En las entradas de la Real Academia sobre el término “escepticismo” podemos leer: “1. m. Desconfianza o duda de la verdad o eficacia de algo. 2. m. Doctrina de ciertos filósofos antiguos y modernos, que consiste en afirmar que la verdad no existe, o que, si existe, el hombre es incapaz de conocerla.” En concreto, se trata de una corriente filosófica que recorre toda la historia del pensamiento, desde su iniciador en la Grecia Clásica: Pirrón de Elis, pasando por Sexto Empírico o David Hume hasta nuestros días. El escepticismo defiende la teoría de que el ser humano no es capaz de justificar enunciados verdaderos, pero de esta forma se refuta a sí mismo, ya que, se niega en su propia afirmación, por ello, otros autores escépticos aceptan la existencia objetiva de unas pocas afirmaciones verdaderas o establecen dudas razonables sobre la posibilidad de que la mente humana pueda conocer las cosas.
La Revolución Científica llevada a cabo por Copérnico y Galileo puso en entredicho todo el conocimiento de la época llevando a una crisis todo el contexto cultural. Por ello, se generó el interés por el método que se originó en las ciencias experimentales pues se necesitaba lograr un conocimiento cierto.
Se considera a René Descartes (1596-1650) como el iniciador de la filosofía moderna al sustentar su reflexión exclusivamente en la propia razón subjetiva, inaugurando, asimismo, la relación entre la conciencia y la verdad. Así lo encontramos en sus Meditaciones Metafísicas, en la Meditación I se preguntará si ¿hay algo que pueda conocer con completa certeza?, para ello pondrá en marcha su conocida duda metódica, hay que deshacerse de las antiguas opiniones, de los argumentos de los sentidos, no distingue entre el sueño y la vigilia e incluso introduce la hipótesis del genio maligno para hacer tambalear el edifico de las verdades racionales (matemáticas. Ya no queda nada cierto, no hay ninguna seguridad de que ningún conocimiento sea cierto
En la Meditación II mantiene la duda y es, precisamente, esta duda hiperbólica la que lo va a conducir a la primera certeza
Cogito ergo sum: la evidencia de que la existencia va acompañada de “una conciencia clara de la existencia”, ni siquiera el genio maligno aquí me puede engañar, entre otras cosas porque el cogito no es una deducción ni un axioma, sino una intuición. Para Descartes los seres humanos somos unas
“cosas que piensan”, pero la duda se mantiene iniciando así el proceso de duda metodológica para fundamentar el resto de los conocimientos.
Ya en vida del propio Descartes aparecieron distintas interpretaciones sobre el sentido de su duda, desde aquellos que la identifican con la duda escéptica; quienes afirman que es ficticia, es decir, que se trata de un medio para llegar a la verdad; u otros que hablan de una duda universal a través del genio maligno yaqué se expande tanto sobre el sujeto como sobre el objeto. El hecho es que esta suspensión del juicio puede resultar finalmente demoledora, llegando al escepticismo total, aunque Descartes ya prevé la aparición de una verdad “clara y distinta” para iniciar la construcción del conocimiento, es decir, se propuso rebatir el escepticismo, pero involuntariamente dio paso al escéptico éntrelos escépticos: David Hume (1711-1776).
Las críticas de Hume a la causalidad y a la inducción convirtieron a las leyes de la naturaleza en productos psicológicos de la mente humana, donde la imaginación tiene una enorme importancia, completamente contingentes, cuyo origen se encuentra en la mera necesidad de supervivencia de la especie, negando así cualquier tipo de conocimiento objetivo, aunque admitió la posibilidad de certeza en las relaciones entre los números en las matemáticas.
Hay que esperar al siglo XX y a la figura de Wittgenstein (1889-1951) para la disolución del problema del escepticismo.
Para este autor la filosofía tiene como tarea la terapia de dilucidarlos enredos verbales señalando el mal uso que hacemos del lenguaje. Indicó que las dudas escépticas como la cartesiana sobre la existencia del mundo, no pueden formularse sin emplear un juego del lenguaje (discurso cuyas reglas son legitimadas) por lo que el escéptico quiere poner en cuestión: su carácter público, no es posible la existencia de un lenguaje privado. Es decir, las palabras tienen significado si son empleadas en su contexto, y su sentido lo dan las reglas de uso.
En Sobre la certeza afirma que no se puede dudar si no hay fundamentos y que la duda no es una mera formulación verbal, sino que siempre nos implica con su enunciación. En consecuencia, se presupone el dominio de unas condiciones de uso (juego de lenguaje) y que la duda, como la de la existencia del mundo exterior, dentro de esa caja de herramientas que es el lenguaje, es imposible, ya que, presupone siempre certeza.
A partir de aquí la epistemología rechaza la idea de certeza como clave del conocimiento, de esta forma no es posible alimentar el escepticismo con la pretensión de infalibilidad como sustento del conocimiento. Desaparece el sueño de fundamentaren verdades absolutas la ciencia como era el ideal cartesiano y, en cambio, toma cuerpo la falibilidad como elemento esencial del conocimiento. Es decir, se tomaran como verdaderas aquellas leyes científicas que se cumplan, en el momento que se demuestre su falsedad se abandonarán. De esta forma, la verdad queda reducida a una suerte de acuerdo o convención, por lo que se han alzado voces afirmando que la verdad debería quedar convertida en una ilusión.
Pilares como la certeza o la verdad se han diluido a través de su viaje por la historia, lo cierto es que todo el conocimiento humano es una larga travesía que se inició hace miles de años en una oscura caverna y que nos ha llevado hasta este momento, la revolución tecnológica.
Esto es, mientras Descartes pone en duda todo el fundamento del conocimiento, Wittgenstein niega la posibilidad de esas duda. El ejemplo clásico que utiliza en su obra es el de la mano: si afirmamos “aquí hay una mano” solamente funciona como premisa en el caso que el emisor y el receptor compartan el mismo sentido de saber. Es decir, hay que aportar razones para lauda, no se puede dudar si no hay motivos para la duda: se trataría de una duda absurda, una duda que no tendría cabida en el ámbito cognoscitivo. La duda con sentido es la que interesa a Wittgenstein, una duda debe cumplir ciertos requisitos, como son el de pertenecer al ámbito del saber, aportando para ello razones o motivos con fundamento gnoseológico. Y esto no lo hace
Descartes al aplicar una duda generalizada y no perteneciente al ámbito del saber.
A partir de aquí la epistemología rechaza la idea de certeza como clave del conocimiento, de esta forma no es posible alimentar el escepticismo con la pretensión de infalibilidad como sustento del conocimiento. Desaparece el sueño de fundamentaren verdades absolutas la ciencia como era el ideal cartesiano y, en cambio, toma cuerpo la falibilidad como elemento esencial del conocimiento. Es decir, se tomaran como verdaderas aquellas leyes científicas que se cumplan, en el momento que se demuestre su falsedad se abandonarán. De esta forma, la verdad queda reducida a una suerte de acuerdo o convención, por lo que se han alzado voces afirmando que la verdad debería quedar convertida en una ilusión.
Quizás tuviesen razón los escépticos al afirma que jamás tendremos la seguridad al cien por cien de aquello que llamamos conocimiento, pero también es cierto que sabemos un poquito más.
El problema radica en sí ese saber solamente va a estar en posesión de unos pocos privilegiados que controlarán al resto de la humanidad o si por el contrario esos conocimientos van a estar al alcance de todos. El poder y el conocimiento, aunque en ocasiones se hayan enfrentado, casi siempre han ido unidos de la mano, doctrinas que hoy consideramos supersticiones eran en su tiempo consideradas ciertas, seguramente lo mismo sucederá con las nuestras. Pero hoy en día las nuevas tecnologías ponen a nuestro alcance un sinfín de información y, ahora, ya no se trata propiamente de controlar el conocimiento, sino de dominar la información. Registramos como verdadero aquello que se corrobora mediante las informaciones que recibimos, incluso el llamado cuarto poder a perdido la esencia que durante el los siglos
XIX y XX los definió, en cierta manera, van arrastras de todo aquello que van generando la ingente intercambio de información.
Un ejemplo, es el férreo de control que determinadas naciones, hoy en día, poderosas economías, pero carentes de cualquier sensibilidad hacia los derechos humanos, mantienen sobre los medios de información, puesto que solamente se puede comunicar aquello de lo que se está informando.
Así pues, en el futuro el conocimiento no girará propiamente sobre su objetividad, sino cómo se maneja y se utiliza a favor o bien de unos grupos de poder o a favor de toda la humanidad